Este fin de semana he encontrado aquí en España, una fruta de sudamérica que había probado pero aquí nunca la había visto. Es una fruta que de la cuál he buscado datos en internet, es buena para todo.
"Posee proteínas, vitaminas del complejo B (tiamina, riboflavina, niacina), vitaminas A, C, E, K, F. También hierro, potasio, fósforo, nitrógeno, magnesio y aminoácidos.
El tomate de árbol es bajo en calorías (no engorda), contiene gran cantidad de pectina y un alto contenido de fibra (algo muy bueno para la digestión).
El consumo de tomate de árbol fortalece el cerebro y la memoria, ayuda a calmar las migrañas y cefaleas severas. Contiene adicionalmente ácido gamma-amino- butírico, el cual es responsable de bajar la tensión arterial. Controla la rinitis y es muy beneficioso para el sistema circulatorio.
Se recomienda el consumo de tomate de árbol para la reducción de peso, debido a que sirve para bajar los niveles elevados de colesterol y triglicéridos en la sangre.
El aceite de esta fruta actúa sobre las capas más profundas de la piel. Por este motivo se utiliza en tratamientos dermatológicos".
Yo le tengo que agradecer a Higinio, un amigo de Gijón que tiene una plantación de ellos, que me hizo ese regalo. Este amigo los está empezando a comercializar, por lo que si alguno queréis os pongo en contacto con él.
Su sabor es algo ácido por lo que hay que dejarlos madurar bien y después cocerlos bastante. Si buscáis por internet, veréis que es bueno incluso para la afonía.
Ingredientes:
- 6 tamarillos o tomates de arbol
- Agua
- 1/2 litro de leche
- Azúcar al gusto
Elaboración:
Lavamos los tomates de árbol, enteros sin pelar y sin quitar el rabito. Los ponemos a cocer en un cazo con agua. Cuando veamos que se rajan, aún los dejamos otro ratito más. Cuando veamos que están bastante cocidos, tiramos el agua y dejamos enfriar. Pelamos y ponemos en el baso batidor con la leche y azúcar (podemos rebajar con un poco de agua si vemos que nos ha quedado muy espeso).
Ponemos en la nevera y servimos frío.